Dominio del Espíritu Santo en Nuestras Vidas
Parte 2

La semana anterior vimos algunos de los roles que El Espíritu Santo cumple en nuestras vidas. Sin duda, cada una de ellas es una promesa y una verdad hermosa que puede llenar nuestra vida de paz y seguridad.

También aprendimos sobre El Espíritu Santo como persona, siendo Él la tercera persona de la Trinidad. El día de hoy, quisiera centrarme un poco más en este aspecto. Comprender que Él es una persona, nos ayudará a tener una mejor comunión, pues sabremos qué le agrada y qué lo contrista.

Vamos a plantearlo de esta manera, si El Espíritu Santo es una persona, entonces puedo conocer sus gustos y las cosas que le agradan o molestan, porque ciertamente deben existir. De la forma más sincera posible debo ser cercano (a) a Su persona para poder conocer estas cosas.

A su vez, estar cercano a El Espíritu Santo y permitir que Él tome el control de nuestra vida es lo que nos lleva a vivir bajo Su dominio y dirección. Pasar tiempo en Su búsqueda, en conocerlo más, nos conduce a enamorarnos más de Él y de su presencia, asimismo, a servirlo y deleitarnos a través del inmenso privilegio que estamos teniendo.

Servir a Dios, permanecer en Él trae muchas bendiciones a nuestras vidas:

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” Gálatas 5:22-23

Todos estos frutos son producto del dominio de El Espíritu Santo sobre la vida de las personas. No son cualidades que aparecen de la nada, cada una de ellas lleva un gran cambio y reajuste que logramos únicamente con la ayuda de El Espíritu Santo.

Ahora, si su caso no es como el pasaje mencionado anteriormente, le motivo a que tome la decisión necesaria para seguir adelante y cambiar la condición en la que se encuentra. Entregar su vida a Cristo es la mejor decisión que puede tomar, Su amor y poder van mucho más allá de los límites que tiene nuestra imaginación y entendimiento.

Finalmente, deseo motivarlo (a) que busque dar el dominio de su vida a Cristo, a crecer y cautivarse en su presencia y a dar fruto en Él y para Él.

¡Que Dios lo bendiga! 





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