La revelación del plan de Dios: 1 El inicio
Cuando estudiamos los primeros once capítulos de Génesis, queda claro desde el principio que todo se refiere al poder y soberanía de Dios. Los primeros relatos del Génesis, trabajan como una unidad cuyo tema central busca hacer que la humanidad vuelva su mirada y su pensamiento hacia Dios para que Él reciba la gloria que le corresponde como creador de todo lo que existe. El primer capítulo de Génesis, presenta a Dios como creador omnipotente que está sobre todas las demás cosas, y creador único de todo lo que hay.
Se debe entender que la finalidad de los primeros libros del Génesis es mostrar la supremacía de Dios sobre las deidades de los pueblos alrededor de Israel. Dios es el único Dios verdadero, pero los israelitas lamentablemente se empeñaban en ir en búsqueda de dioses ajenos. Dios es incomparable, pero si se le compara con los dioses paganos de la época, se nota que Él está muy por encima de ellos.
Los astros como el sol o la luna, venerados por muchas culturas, en comparación con Dios, son presentados en Génesis capítulo uno, como simples creaciones subordinadas a la soberanía de Dios (Gen 1.16-18). Siendo nosotros también creación suya, se expresa que el Señor nos ha puesto como administradores de su creación. Esto es un gran privilegio que nos ha sido otorgado y una gran responsabilidad, ya que nos coloca al cuidado de los recursos con los que contamos y como protectores de los mismos (Gen 1.28-29).
Dios ha puesto al ser humano como señor de lo creado. Esto nos genera una gran responsabilidad que a su vez conlleva a una mayordomía ecológica y cuidado del medio ambiente. Como buenos administradores de su creación, debemos ser capaces de utilizar racionalmente los bienes que de Él hemos recibido. Si contamos con ellos, debemos ser capaces de poder aprovecharlos y entender su valor. La naturaleza es fiel testigo de la gloria y majestuosidad de Dios. Por lo tanto, no es concebible que los cristianos no sepamos apreciarla y desperdiciemos tan valiosos recursos.
La Biblia ofrece numerosos versículos donde se habla de cómo se ve reflejado el poder de Dios en la naturaleza (Sal 19.1). Preservándola, nos aseguramos que muchas personas más puedan disfrutan del esplendor y despliegue del poder creador de Dios en cosas tan pequeñas como las flores silvestres. El simple hecho de no dejar tirada una botella plástica que nos encontramos mientras caminábamos por la calle, refleja nuestra preocupación por el hogar al que se nos ha puesto a cargo. No podemos hacernos de la “vista gorda” y dejar pasar la oportunidad de aportar una pequeña parte de nuestro tiempo a la conservación del mundo sobre el cual Dios nos colocó desde el principio de la creación.
Cuando estudiamos los primeros once capítulos de Génesis, queda claro desde el principio que todo se refiere al poder y soberanía de Dios. Los primeros relatos del Génesis, trabajan como una unidad cuyo tema central busca hacer que la humanidad vuelva su mirada y su pensamiento hacia Dios para que Él reciba la gloria que le corresponde como creador de todo lo que existe. El primer capítulo de Génesis, presenta a Dios como creador omnipotente que está sobre todas las demás cosas, y creador único de todo lo que hay.
Se debe entender que la finalidad de los primeros libros del Génesis es mostrar la supremacía de Dios sobre las deidades de los pueblos alrededor de Israel. Dios es el único Dios verdadero, pero los israelitas lamentablemente se empeñaban en ir en búsqueda de dioses ajenos. Dios es incomparable, pero si se le compara con los dioses paganos de la época, se nota que Él está muy por encima de ellos.
Los astros como el sol o la luna, venerados por muchas culturas, en comparación con Dios, son presentados en Génesis capítulo uno, como simples creaciones subordinadas a la soberanía de Dios (Gen 1.16-18). Siendo nosotros también creación suya, se expresa que el Señor nos ha puesto como administradores de su creación. Esto es un gran privilegio que nos ha sido otorgado y una gran responsabilidad, ya que nos coloca al cuidado de los recursos con los que contamos y como protectores de los mismos (Gen 1.28-29).
Dios ha puesto al ser humano como señor de lo creado. Esto nos genera una gran responsabilidad que a su vez conlleva a una mayordomía ecológica y cuidado del medio ambiente. Como buenos administradores de su creación, debemos ser capaces de utilizar racionalmente los bienes que de Él hemos recibido. Si contamos con ellos, debemos ser capaces de poder aprovecharlos y entender su valor. La naturaleza es fiel testigo de la gloria y majestuosidad de Dios. Por lo tanto, no es concebible que los cristianos no sepamos apreciarla y desperdiciemos tan valiosos recursos.
La Biblia ofrece numerosos versículos donde se habla de cómo se ve reflejado el poder de Dios en la naturaleza (Sal 19.1). Preservándola, nos aseguramos que muchas personas más puedan disfrutan del esplendor y despliegue del poder creador de Dios en cosas tan pequeñas como las flores silvestres. El simple hecho de no dejar tirada una botella plástica que nos encontramos mientras caminábamos por la calle, refleja nuestra preocupación por el hogar al que se nos ha puesto a cargo. No podemos hacernos de la “vista gorda” y dejar pasar la oportunidad de aportar una pequeña parte de nuestro tiempo a la conservación del mundo sobre el cual Dios nos colocó desde el principio de la creación.
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